Viaje al patrimonio: Freirina siete años después

Sábado 7 de octubre de 2017, edición N°752




El desierto florido fue mi destino viajero para Fiestas Patrias. Partimos con mi familia desde Santiago hasta Vallenar, ciudad que sería el inicio de esta aventura dieciochera. La última vez que hicimos este recorrido fue en 2010, justo para las celebraciones del Bicentenario. Aquella vez sumamos un paseo a conocer los valles de los Españoles y Los Naturales (Alto del Carmen, San Félix, entre otras localidades, por un lado, y Pinte y El Tránsito, por el otro). Sin embargo, ahora el destino fue únicamente el Parque Nacional Llanos de Challe, el lugar donde mejor se puede apreciar la abundante flora del desierto. Pero no escribiré sobre esto, sino que sobre una sorpresa que me encontré en el camino.

Desde Vallenar tomamos la carretera rumbo a Huasco. Por ambos lados de la vía se veían cientos de olivos para la elaboración del famoso aceite de la zona. Unos kilómetros antes de llegar a la entrada de esa ciudad se anunciaba la localidad de Freirina (a 36 kilómetros de Vallenar hacia la costa). Hace justo siete años conocí ese pueblo sobre el cual recordaba una hermosa iglesia prácticamente en ruinas. De hecho, en 2010 escribí una columna en la que la mencionaba. Esta vez, la gran sorpresa fue que este antiguo edificio está siendo restaurado. Enhorabuena, porque los arreglos eran urgentes para mantenerla en pie. La información que se podía leer en los paneles frente a los andamios era que el estado de conservación del inmueble era de emergencia y que necesitaba una restauración integral.

Dentro de los principales problemas estaban el posible desplome de la torre reloj, las fisuras y desprendimientos de revoques, los colapsos parciales de cielos y molduras de madera, la oxidación de la cubierta de zinc y la pérdida de piezas ornamentales. Estos daños se debían principalmente a los constantes sismos, la humedad, la presencia de fauna parásita (roedores, aves y termitas), el envejecimiento y el desgaste de material, la falta de mantenimiento y las intervenciones deficientes. El diagnóstico, en caso de no haberse hecho nada, era el desplome total o parcial de esta iglesia construida en 1869 y que se llama Santa Rosa de Lima. Se trata de un monumento nacional que data de la época de oro de Freirina, la que durante el siglo XIX vivió un auge en la actividad minera y que fue un lugar que convocó a ingenieros, comerciantes y empresarios de la época.

Vale la pena visitar esta pequeña ciudad y conocer su prácticamente ya restaurada iglesia.

Me gusta volver a lugares que he visitado anteriormente y ver cómo prosperan en la recuperación de su patrimonio. Cuando viajé a Freirina en 2010 la iglesia estaba cerrada por peligro de derrumbe y afortunadamente se mantuvo en pie a pesar de los temblores y su avanzado deterioro. Solo puedo felicitar a las autoridades de la zona por haber puesto suma urgencia en la restauración de ese monumento nacional.

Además de los arreglos de la iglesia, se está restaurando el edificio Los Portales, que también es monumento nacional. Los trabajos de ambos emblemáticos inmuebles de Freirina comenzaron a mediados de 2016 y se espera que estén listos a fines de este año. Lo interesante es que se incluyó mano de obra local para la refacción de las construcciones, algo que es de suma importancia, no solo porque involucra directamente a la comunidad sino porque además son sus propios habitantes quienes mejor saben del pasado de ambos edificios y cómo los quieren tener de vuelta para su uso.

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