Refugio visionario

casa bruna

Era la oficina de ventas de un proyecto inmobiliario, en un cerro que enfrenta la bahía de Zapallar, y se transformó en el lugar perfecto para su dueño, que todos los viernes del año se escapa sagradamente a encontrar la calma en esta casa, armada a pulso y con exquisito gusto.




En un remate hace 20 años. Así empieza la historia de esta casa. La apuesta: una estructura estilo georgiano de 30 metros cuadrados emplazada sobre un cerro con vista al mar. Ahí puso el ojo Ricardo Bruna. Una jugada con bastante visión. No solo por el valor comercial que hoy consigna la propiedad, sino por el poder de transformación que logró a partir del volumen preexistente.

"Cuando me entregaron las llaves, me acuerdo que me vine solo con mi saco de dormir, para vivir el espacio y su entorno", cuenta el ingeniero agrónomo. Desde entonces comenzaron las ampliaciones. Primero habilitó una cocina y habitó el lugar como un pequeño loft.   Después de un buen tiempo creció hacia arriba con una mansarda, donde ubicó su dormitorio con baño y una pieza para alojados. Años más tarde proyectó otra ala en el primer piso con una suite y baño de visitas y amplió la cocina con un comedor integrado. La intención era dejar la planta baja conectada con el exterior para desplazarse con facilidad y el altillo destinarlo a los invitados. Todo ha sido muy de a poco, y eso es lo que más le gusta de este lugar, ver la evolución que ha experimentado con el tiempo. El último propósito fue diseñar la piscina. "Al principio pensé ubicarla hacia el frente de la casa mirando al mar, pero esa parte de la casa es más ventosa y abierta, entonces se proyectó hacia los cerros, que es más soleado y contenido", explica.

La posibilidad de subir al cerro El Boldo, bajar a la playa o al pueblo del balneario, jardinear, disfrutar de la lectura y en la noche no escuchar más sonido que el de los grillos, transforman a este lugar en el escenario ideal para la desconexión. Parte del espíritu campestre de esta casa construida en madera, con olor a cedro que aflora de las tablas del piso, es también la cocina con horno a leña que sirve para calefaccionar la mitad de la casa en invierno.

Amante del arte y objetos de diseño, Ricardo supo combinar y dar vida a ambientes sueltos que revelan parte de su identidad. Por su trabajo le toca viajar mucho y en esos recorridos siempre trata de traer algún detalle que le llame la atención. Ahí aparecen la cabeza de oso y caballo, que destacan a lo alto del living y la contrafachada, respectivamente, y que formaron parte de una instalación urbana del artista alemán Ottmar Hörl; o el reloj cucú a rayas que trajo de Milán. La gracia y creatividad de Ricardo para transformar ciertos elementos y darles nueva vida se ejemplifican con la clásica lámpara arco de pie del living que, tras sufrir un quiebre la pantalla original, fue reemplazada por otra hecha de mimbre con cuero por una artesana que descubrió camino a Viña. La biblioteca que divide el sector del living con la cocina habla de la afición del dueño por la lectura, donde coexisten literatura, libros de arte, diseño y de las múltiples ciudades que ha visitado. Ahí también conviven objetos como un conjunto de té barroco, herencia de su abuela y una figura de un mono animado japonés. Eclecticismo puro y asertivo.

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Ideas que inspiran. Una casa rodeada de naturaleza y arte pensada para dar relajo.

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