Observador invisible

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La vida de José Pereyra Lucena transcurre entre este atípico departamento que flota sobre el tránsito de Buenos Aires y los momentos únicos que captura con su cámara fotográfica.




A José, un joven fotógrafo argentino basado en Buenos Aires, le gustan los paisajes, captar esos momentos únicos reflejados en la bruma marina o en un bosque atravesado por un rayo de sol. Le gustan también su ciudad natal y su marcha intensa, viajar y volver, ser parte de un montón de proyectos en los que se autodescribe como un observador invisible; un espectador oculto detrás de su cámara que se atiene a captar pequeños instantes. "Instantes mágicos", declara él. Instantes que perdurarán en la memoria de quien tenga el gusto de dejarse cautivar por sus fotos, agrego yo.

En cierto punto, hace poco más de dos años, José encontró este departamento estratégicamente ubicado sobre la Avenida Libertador, frente a la estación Retiro, y supo que sintetizaba todas sus expectativas de vida: "Era como una casa de playa en medio de la ciudad, un oasis con vista al cielo, al río y, sobre todo, al este", explica.

En el este está Uruguay, el país en donde José transcurre los veranos desde que tiene memoria. "Pasé gran parte de mi vida allá, más exactamente en la zona cercana a Punta del Este, y sigo eligiéndolo. Gran parte de mi vida y mi trabajo están en el este". Tal es así que su último proyecto encarna un libro fotográfico en el que abarca la costa esteña: desde Piriápolis hasta Cabo Polonio, pasando por Punta del Este, José Ignacio y el mítico pueblo Garzón.

"Me gusta rescatar el espíritu de cada lugar a partir de los detalles, sus personajes, su naturaleza", explica sobre este y otros proyectos editoriales de los que forma parte, como el del chef Germán Martitegui, con quien recorre la Argentina recabando productos típicos de cada región. "Busco contar una historia a través de mi visión fotográfica".

El departamento –de techo de ladrillos y listones, aberturas de madera blanca, piso de cemento alisado– ocupa la antigua terraza de un histórico edificio construido en 1920. Cuando se techó por primera vez, fue para alojar la habitación del portero, y tiempo después se vendió como vivienda privada para convertirse en la atípica residencia que hoy habita José. Rodeado de ventanas, con salida a una terraza que parece flotar sobre la avenida y con vista a los galpones ferroviarios de la estación, a la torre de los Ingleses, al río de la Plata y a la autopista que desemboca en el centro, José explica que, si bien todo junto determina una paisaje puramente urbano, a él le transmite paz y libertad: "Acá nunca me siento encerrado", concluye.

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