La naturaleza como material

paula de solminihac

El arte de Paula de Solminihac conforma un unísono con la naturaleza. En "Humus", su próxima exposición, que estará desde el 7 de septiembre hasta el 27 de octubre en el MAVI, replantea la labor del artista sobre los materiales y sus lugares de origen.




Un verdadero laboratorio es por estos días el taller de la artista visual Paula de Solminihac. La construcción de 1930, que antiguamente correspondía a una panadería en Providencia, anticipa qué será su próxima inauguración.

Un extenso paño en pleno proceso de zurcido, residuo de una plantación de papas en Chiloé yace sobre una mesa. A un costado, sobre un andamio, se exhiben una serie de curiosas piezas momificadas, como resultado de la experimentación de la artista durante años con la cerámica. Sobre las paredes y dispuestos a lo largo de mesones figuran una serie de cuadernos con dibujos y apuntes, que hablan de una búsqueda. En este contexto, Paula navega por un programa en 3D en su computador explicando lo que serán los distintos escenarios según la planificación del montaje. Saliendo del estudio, al recorrer la casa que acoge a otros ocho artistas que comparten taller, aparece una gran telaraña de lona, delicadamente trasladada desde el desierto tras cumplir la función de un atrapanieblas. Acción de arte que también dará forma a la próxima inauguración de la artista.

Paralelamente a su labor creadora, Paula es académica de la Universidad Católica y directora de Fundación Nube, institución dedicada al arte contemporáneo y educación, con fuerte énfasis en los procesos creativos. Dentro de su extenso currículum en artes visuales está su participación en exposiciones y bienales entre las que destacan Art Basel Statement, Basilea, Ceramix en el Bonnefantenmuseum, Maastricht, Los Nombres Secretos en Galerie Dix9, París, y la Bienal Revelations en Le Grand Palais, París. Ha sido becaria de la Fundación Rockefeller y sus obras forman parte de la Fundación Deutsche Bank (Ginebra), LARA (Singapour) y Fundación AMA (Santiago).

Si bien la poética de esta última muestra deja de manifiesto su constante relación entre arte y naturaleza, es primera vez que se enfrenta a una exposición multidisciplinaria, donde convergen piezas tan diversas como la escultura, instalación, video, dibujo, texto y música, que ha abierto las puertas a las reciprocidades y el enriquecimiento del trabajo colaborativo.

¿Por qué Humus?

Humus es el proceso de recomposición de la tierra a partir de la pudrición de sus propios elementos. Es una palabra que escuchamos a diario y de repente me hizo demasiado sentido con las cosas que yo vengo pensando hace mucho tiempo. Desde que partí trabajando con cerámica me interesó naturalmente lo que pasaba con los procesos de transformación de la materia por el fuego. El barro crudo y el plato cocido parecieran ser dos materiales completamente diferentes y la diferencia la hace la química del fuego, ese momento de la cocción. El barro crudo tú lo puedes mojar cada vez y vuelve a ser modelable, en cambio lo cocido dura para siempre. La historia del mundo antiguo la conocemos a veces por pequeños fragmentos de cerámica, que fueron quedando en sitios arqueológicos. Entonces el humus obedece más al dominio de lo crudo, de lo que está en permanente estado de transformación e involucrando todo lo que está a su alrededor.

¿Cuándo surge esta decisión por trabajar con materiales orgánicos?

No hay un momento ni una decisión, sino que más bien una cosa te lleva a la otra. Es el efecto del contagio. Los materiales son como un repertorio de posibilidades, que se van multiplicando cuando los pones en contacto o los trabajas de una determinada forma. Esa posibilidad de multiplicar lo escaso es una estrategia que creo responde a una situación local de la cual me interesa hacerme cargo. En general, el arte chileno se mueve en contexto precario; hay pocos recursos, ves pocos artistas haciendo arte monumental o viviendo de su trabajo. Y esto pasa porque no existe un sistema del arte cohesionado y activo en todas sus partes.  Entonces te empiezas a acostumbrar a trabajar con poco y encontrar una posibilidad latente ahí. Y desde ahí las cosas fueron pasando y la atención se fue fijando en los haceres.

Existe una analogía entre tu arte y la naturaleza…

Todo mi arte tiene que ver con la naturaleza, porque parte de la tierra que es la arcilla. Lo que me venía interesando desde hacía un tiempo era poder escalar mi trabajo, y a la vez hacer ejercicios en el paisaje, no en el taller ni en la galería. Cuando saqué mi trabajo del taller, me di cuenta de que sencillamente lo estaba devolviendo a la vida donde se había originado. Mi rol de hacedora estaba abriendo paso al de observadora de transformaciones que obedecen a otros tiempos y lógicas que las humanas.

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¿Cuáles fueron esos ejercicios?

Ahí surgió la idea del atrapanieblas. Estos artefactos que se instalan en los desiertos costeros del norte de Chile, donde se aprovecha la camanchaca. Instalé entonces este invento hecho por mí en el periodo en que hay más niebla, entre abril y septiembre, y lo retiré en octubre del año pasado. Pero a diferencia del que se usa regularmente, que es de malla sintética para que el agua choque y se escurra, este era de lona y lino, entonces la niebla quedaba atrapada y era absorbida por la tela. Por eso, después de un tiempo, se pueden ver los puntos negros de los hongos. Me parecía linda la idea de un atrapanieblas que hacía visible algo que después entra al valle y se desvanece.

Otro proceso fue la plantación de papas en Chiloé, que coincide en el tiempo cuando voy a retirar el atrapanieblas al Norte, en octubre. Se envolvieron las papas en sacos de lino y otras telas de algodón. Sabiendo que la tela se degradaría y las raíces seguirían su camino, la idea era imprimir, tener una imagen, tomar una huella de un proceso que nadie ve. Porque todo lo que pasa con la papa y la reproducción de estas es subterráneo, está oculto. En vez de que el print quedara en el atrapanieblas, ahora quedaba en las telas que envolvían las papas.

El tipo de acciones artísticas necesitó de un trabajo colaborativo, ¿se relaciona con el espíritu de Fundación Nube?

Absolutamente. En el trabajo en equipo la posibilidad de hallazgo es mucho mayor. Cada una de las piezas que estará en el museo fue hecha por distintas personas. Dejarte interceptar por el otro, por el error, por el hallazgo, creo que solo nutre los procesos creativos y sus resultados, y genera un sentido de lo colectivo que te hace la vida más fácil al final. Las plantas trabajan así. Colaboran. En sus raíces están todo el tiempo mandándose información.

En Nube tenemos un test en que medimos las habilidades de los niños que nos interesa fomentar, como la creatividad, que es el recurso renovable que nos habla del futuro; la capacidad más compleja de interpretar imágenes, que en el mundo contemporáneo es fundamental, y el trabajo colaborativo, que es una actitud que creemos urgente incorporar dentro del proceso formativo escolar. Para favorecer la democratización del acceso al arte trabajamos con materiales muy sencillos y de fácil acceso. La mayoría de los niños que pasan por Nube dicen: todos podemos ser artistas. Ese es el espíritu presente en Humus, en Nube y la forma en que quiero vivir mi vida.

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