La descendencia

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Madres. Artistas. Hijos como partes de su cuerpo de obra. Tres mujeres potentes que han registrado con su trabajo lo más trascendental de la existencia.




NICOLA CONSTANTINO: Algo de cirujana y mucho de cocinera. Así se autodefine la provocadora artista plástica argentina Nicola Costantino. Su arte estremece, crea pausa y gira sin prisa alrededor de la muerte.

Con una técnica formada a temprana edad por vivir entre un padre cirujano y una madre costurera. Desde ahí se explica todo. Tanto así que se entiende que mientras cursaba la carrera de Bellas Artes, Nicola se anotó en un curso de taxidermia en el Museo de Ciencias Naturales de Rosario, donde fundó las bases de un arte crudo.

Su oficio, talento y desgarro la llevaron en 2013 a representar a Argentina en la Bienal de Venecia con una instalación en la que interpretaba a Eva Perón. Su obra ha tomado lo moralmente incorrecto para reflexionar. Desde hacer jabones con grasa de su propio cuerpo hasta incluir a su hijo Aquiles, recién nacido, en trailer, una muestra para la cual creó a su doble en yeso.

Tu infancia marcó tu carrera, ¿cómo crees que tu trabajo marcará a tu hijo? ¿Cómo convive tu trabajo con la crianza de él? Creo que la situación cambia muchísimo porque mi estado era de mucho mayor aislamiento; vivía en Rosario en el núcleo de una familia que tenía prohibido hablar en español, se hablaba italiano nada más, era mucho más gueto la crianza de antes. Hoy los chicos tienen una conexión mucho más fuerte con sus pares y con internet que con sus propios padres. Creo que va a ser una influencia importante pero no va a ser condicionante, no sé. Hoy hay mucha más libertad. Además de vivir el entorno que los influye, no los condiciona tanto. Yo sí fui condicionada por mi entorno y no creo que a mi hijo le pase lo mismo.

En nuestra familia con Aquiles hay una ausencia de papá, somos él y yo, nada más. Y eso cambia muchísimo si hay otro. Mi trabajo es un poco como el 'otro' para él. A veces vive con celos mi trabajo. El living es mi showroom y él creció así, pero siempre respeto los tiempos con él, que son después de un horario de trabajo y los fines de semana, que son solo para él.

Cuando conociste el poliuretano al inicio de tu carrera te encantó, ¿qué rol juega la materialidad en tu obra?

Siempre la materialidad de mi obra fue importante, tan importante como el concepto, y es tanto que se necesitan mutuamente. La idea va necesariamente con la técnica. Hay un concepto siempre en la técnica que uso. El ejemplo más claro fue la técnica del calco del natural que es el molde hecho sobre los cuerpos animales o el cuerpo humano en el caso de la peletería que hice. La técnica aquí fue fundamental para el concepto porque yo no intervengo con la representación del cuerpo sino que con la técnica del calco, es como la fotografía es a la realidad lo más cercano, lo mismo es la técnica que yo uso con el calco. La presencia del animal está intacta, la gente cuando ve las esculturas duda por un momento que no sea el animal verdadero, y cuando se da cuenta que no lo es tuvo la certeza de que el animal estuvo ahí.

Trabajas creando escenas, ambientes. El ojo lo entrenaste cuando hacías vitrinas. ¿Cómo es este proceso ahora en tu arte? Cuando hago escenas que son para las fotografías o los videos yo construyo todo: la escena y los vestuarios, como escultora. Una cosa que a mí me hizo ser escultora fue que me crié en la fábrica de ropa de mi mamá y desarrollé los modelos y moldes para cortar la ropa. Yo trabajaba con maniquíes y hacía los planos, eso me desarrolló la tridimensionalidad desde los 13 años. Para mí los vestuarios son fundamentales, siempre tienen un sentido conceptual con respecto a la obra.

Tomaste un curso de taxidermia y momificación para ponerlo al servicio de tu obsesión que es la comida, en base a esto, ¿cómo articulas tu trabajo? La comida fue el puntapié inicial que se mantiene hasta el día de hoy en mi trabajo. La taxidermia era la herramienta que necesitaba para la conservación del cuero y la momificación para la conservación del cuero y carne.

La idea es lo que sufre el cuerpo animal cuando se transforma en comida. Son las consecuencias sobre el cuerpo del consumo y en esa búsqueda de satisfacción, porque la comida está en una búsqueda de placer más que una necesidad de subsistir y alimentarse. Nos olvidamos o no queremos ver un montón de cosas también en el consumismo de la ropa que está tan incorporado que no se usa más. Es ver cómo todo esto produce un desgaste sobre el cuerpo. Yo tengo algo de cirujana y mucho de cocinera, para mí la cocina y la escultura se parecen bastante.

Tu obra gira en torno a la ingestión y la vestimenta, ¿cómo abordas estos puntos cuando eres parte de tu cuerpo de obra junto a Aquiles? En toda mi obra está siempre el cuerpo como el terreno de desarrollo de la idea. En el caso del trabajo con Aquiles surgió por mi búsqueda de quedarme embarazada. Yo estaba en pleno desarrollo de la obra fotográfica, donde yo era la protagonista de las fotos, y esta necesidad de la autorreferencia era porque me estaba pasando algo muy fuerte con quedarme embarazada y ser madre. Por lo mismo, incorporé todo esto porque era necesario. Me pareció un desafío muy grande tratar un tema tan poco interesante para el arte contemporáneo como es la maternidad, era un tema arriesgado, igual como el tema de Eva Perón, que también se lleva mal con el arte contemporáneo.

La transformación del cuerpo con el embarazo, el temor de embarazarme a los 45 años, lo que eso significaba y lo que yo pensaba sobre lo mismo y que después fue totalmente diferente.

Yo pensaba que un embarazo a los 45 años sería la hecatombe de la destrucción donde iba a quedar arruinada. Por eso nació la idea de hacer mi doble, me dupliqué para dejar un calco mío como momento previo a esta decadencia. Pero fue lo contrario, mi doble siempre pareció más vieja que yo y tenía esa cosa de cadáver viviente, eso de ser algo sin vida que lo hacía mucho más feo y daba susto. Para mí, mi doble es comparable con un animal embalsamado. Los embalsamados pretenden convencerte de que están vivos y pretenden copiar todas las actitudes y las características del animal vivo, pero en realidad nadie se lo cree porque finalmente es un muerto tratando de parecer vivo. Lo mismo me pasó con mi doble.

Muestras lo que nadie quiere ver, por eso siempre eliges algo con una raíz moralmente incorrecta, ¿cuál ha sido tu trabajo más incorrecto moralmente hablando? Indudablemente es la obra del jabón, donde me hice una lipoaspiración y puse dos kilos de mi grasa en los jabones. La idea es que en el arte latinoamericano siempre existió un arte político en los artistas anteriores a mí. Siempre el artista estaba ligado a algo moral, de corrección política, de encarnar los ideales que se defendían. Todo esos valores se justificaban en ese momento, en esa época. Cuando era joven sentía que eso no podía seguir siendo porque había que buscar algo nuevo. Yo sentía que quería abrazar un poco la idea de que yo estoy dentro de esas contradicciones. Como artista me expongo como parte de esa incorrección en todo, en el consumo. No hago un trabajo de denuncia, o de crítica, sino que expongo mi propia contradicción en mi trabajo. Nunca juzgo moralmente, pero sí me interesa que la gente que no lo quiere ver y lo niega se reconozca. Hay grandes conceptos, valores y verdades que generalmente son la guía de la sociedad y la gente los abraza como ideales, pero la realidad es que vivimos en una sociedad en que hay más partes grises y oscuras donde las cosas no funcionan. Mi obra se genera en esas contradicciones, en esas hipocresías y esos lugares más oscuros.

Muchas fotos son citas de escenas del cine clásico, ¿cuál es para ti la más inspiradora y por qué? "Metrópolis", de Fritz Lang, donde soy María. Para mí esta película es un homenaje al momento previo a la computación y la tecnología en donde el hombre tenía solo la mÁquina mecánica básica y la electricidad, y algo de electrónica. Era un mundo más humano y entendible. Yo creo que hoy la tecnología es absolutamente incomprensible e inmanejable, en cambio "Metrópolis" representa ese espíritu casi naif. Por ejemplo, mis máquinas para animales tienen que ver con el espíritu de esa época.

Convives con la muerte, ¿cómo piensas la tuya? Como algo tan inevitable y necesario que me gusta pensarla como algo muy revolucionario y transformador, quizás lo máximo que nos va a pasar porque no hay forma de saber qué va a pasar después de la muerte. Lo más importante que nos va a pasar en la vida es la finalización. Trato de que en mis trabajos l a muerte aparezca como algo transformador, como algo poético y delicado. Un artista puede trabajar con eso tratando de encontrarle una simbología diferente. nicolacostantino.com.ar

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JUANA GÓMEZ: Sangre Hilada. Juana comenzó a trabajar con Isabel Croxatto a fines de 2015, acto que marcó un inicio en su carrera como artista internacionalizando su obra, comenzó con una muestra individual, "Constructal", en 2016, donde una pieza fue adquirida por la colección Ca.Sa; el año pasado participó en Contemporary Istambul y en abril de este año en Art Central, Hong Kong. "Fue muy emocionante llegar literalmente al otro lado del mundo con mi trabajo. Las piezas más grandes –un díptico en que aparezco enfrentada a mi hija– fueron adquiridas por The Private Museum de Singapur", cuenta.

Hoy trabaja para su próxima individual en Londres, que será en noviembre de este año, para Michael Hoppen Gallery, "que también llevará mis obras a Photo París; este proyecto se ha ido gestando en conjunto con Isabel Croxatto Galería".

Has trabajado siempre en base a tu imagen y hoy vemos un nuevo trabajo en el que aparece tu hija Julieta, ¿de qué se trata? La nueva serie está más enfocada en las fuerzas que nos determinan y dan forma, incluso antes de nacer. La herencia genética, la transmisión de información de la madre al feto, el afecto y la nutrición que generan ciertos 'imprint', huellas que nos marcan por el resto de la vida. Pero no solo la carga genética, sino también el lenguaje y la cultura que nos rodea, ya que somos moldeados bajo todos esos estímulos.

No somos seres aislados que nos formamos a nosotros mismos; por el contrario, somos interdependientes, seres que tienen toda una historia por detrás, una historia que no es algo ajeno que le pasó a alguien más sino que es parte de nosotros.

Esta nueva serie trata temas asociados con lo femenino, lo intuitivo, los ciclos, la madre, la transmisión genética y valórica, la muerte, la luna y la forma en que lo que somos permanece vivo en nuestros hijos. Es un intento por mirar más allá del individuo, para ver la deriva completa que le da forma, el proceso entero.

La nueva serie se nutre de tradiciones textiles como las inkuñas aimaras, y las diversas cosmovisiones que se preservan en el textil a lo largo toda América Latina. Estoy aprendiendo con tejedoras y bordadoras de Chile y Perú, para entender la experiencia primaria de crear una fibra antes de trabajar con ella, y encontré varias cosas fascinantes que dan forman a lo que estoy investigando.

¿Qué es lo que estás investigando?

Lo primero es que el traspaso de este oficio se da de madre a hija, o de abuela a nieta, es algo totalmente femenino, un traspaso silencioso que corre entre las manos de las mujeres. Lo segundo es que los textiles en sí mismos son una fuente de información fundamental en cada pueblo o comunidad; los colores que usan, las formas y símbolos están llenos de significados que explican y preservan la forma de entender el mundo de quienes trabajan el textil, su cosmovisión. El tercer aspecto es la estrecha relación del textil con la ganadería y la agricultura: sin tierra fértil no hay ganado, sin ganado no hay materia prima para el textil. Sin lana no hay tejidos. Ya solo con eso los textiles tienen una carga espiritual enorme. Se trabaja y se abriga con lo que es entregado por la tierra.

Por otro lado, hay muchas tradiciones que explican la creación misma del mundo como si fuera un tejido, como un hilo que va rotando y vibrando al mismo tiempo que va dando forma a lo informe.

Incluir a Julieta, mi hija, es empezar a trabajar todo un mundo distinto. Nació de la idea de incluir a mi madre, como mi antepasado, y Julieta como nuestro futuro compartido, para ilustrar de esa manera la cadena que traspasa a todas las mujeres de mi familia.

Mi hija ha estado presente en todas mis sesiones de fotos, desde la primera vez que decidí trabajar sobre mi propia imagen, en 2014. Como no tenía con quién dejarla, me acompañó a hacer las fotos, así que ha sido un proceso que hemos vivido juntas.

¿Cómo se ha tomado Julieta tu arte?

En un principio le daba miedo ver a su mamá cubierta de venas, pero fue una oportunidad de aprendizaje, de enseñarle de qué estamos hechos, hablar de la muerte, de lo que subyace a la piel, cosas que no se hablan ni se enseñan. Para mí, incluirla en las fotos y en los procesos de mi trabajo es darle otra educación y otra mirada de las cosas.

Ahora ella sabe qué es lo que estamos haciendo. Antes de hacer las fotos le pregunté si quería, le mostré las referencias y qué significan. Ella quiso saber si la iba a bordar, luego me ayudó a elegir las fotos que más le gustaban. Se siente orgullosa de ser parte de eso, porque lo toma con naturalidad.

¿Cómo es tu metodología de trabajo?

Mi metodología de trabajo es más lenta de lo que quisiera. Estoy recién concretando ideas y anotaciones del año pasado. Si hay un tema que ronda en mi cabeza lo hablo con otras personas y así llego a libros, documentales, referencias que sirven de inspiración.

Un factor importante en cómo trabajo es el interés y roce con la ideas de la ciencia. La primera obra en la que aparece mi hija Julieta está rodeada de un mapa metabólico que me envió Carlos Carmona, un biólogo que estudia la forma en que las células cancerígenas dialogan entre sí. Esa imagen la bordé con lanas que compré en un taller de bordado shipibo, del Amazonas, y las líneas del mapa metabólico podrían ser el entramado de las líneas de un metro o los patrones que ven los shipibos en sus ceremonias con ayahuasca.

Mi trabajo también tiene un pie firme en la fotografía: es la parte 'performática', la que más me cuesta. Para eso necesito que un tercero haga las fotos por mí, y con los fotógrafos con que trabajo hablamos las ideas, la iluminación y las poses, que en general son bien simples porque el contenido lo complementa el dibujo y luego el bordado.

Una vez me contaste que en tu familia borda tu madre, ¿cómo aprendiste este arte? Llegué al bordado porque quería darle textura y una capa material 'real' a la fotografía. Para mí fue muy fuerte darme cuenta de que estaba haciendo lo mismo que alguna vez hizo mi abuela para sustentar a su familia. Ella enviudó muy joven y tenía tres niñitas, en ese entonces bordaba ajuares de novias y sabanitas de cuna para recién nacidos.

Aún hay maletas antiguas con sus hilos viejos; mi mamá me ha dado algunos y los he usado para mis trabajos. También estoy bordando guantes que heredé de ella, me gusta la idea de cubrir de venas bordadas un objeto que le pertenecía a ella, es como volverlo vivo. Usarlos mientras trabajo es como ponerme sus manos.

La técnica del bordado la aprendí en el colegio muy chica, en 4to. o 5to. básico. Estaba en el mismo colegio en el que ella y mi mamá seguramente aprendieron las mismas técnicas de bordado, pero siento que es una habilidad que está en el chip, en la herencia. Como que las manos saben cómo hacerlo, tan solo por ver a mi mamá durante tantos años sé cómo hacer ciertas cosas. juanagomez.com

ALEJANDRA ACOSTA: Maternidad Ilustrada. Acaba de cumplir nueve años ilustrando libros y ya lleva 25 ediciones publicadas, trabajo que ha complementado con la docencia en la Universidad Católica y la Universidad del Desarrollo. Lo reconoce, su trabajo como ilustradora ha sido un camino largo y de mucho aprendizaje, "en el que he tenido la suerte de poder trabajar con temas que me interesan y textos que me conmueven", dice. Partió haciendo libros de textos, de colecciones muy pequeñas, y poco a poco llegó a publicar lo que más le gusta: un álbum ilustrado donde pudo hacer una lectura más profunda de los textos. "Tengo también una serie de libros ilustrados para adultos, que me encantan porque me permiten trabajar desde un punto de vista muy personal, más ligado a mi imaginario visual", cuenta.

En sus ilustraciones sus hijos forman una parte fundamental. Particularmente en su libro "Gremlins: diario de una madre" (Penguin Random House). "Ese proyecto se ideó a partir de la necesidad de registrar parte de su niñez, con sus comentarios y sus razonamientos frente a la vida cotidiana. Entonces vivimos un proceso muy bonito, donde yo me dediqué a anotar lo que pasaba en el día a día, ellos aportaron con algunas ideas, hicieron dibujos y además como familia tuvimos largas sesiones de recuerdo de anécdotas y momentos importantes", explica.

¿Alrededor de qué temáticas gira tu obra y cómo ha sido involucrar a tus hijos en ella? Mi obra depende muchas veces de un texto, y eso es lo que la hace tan entretenida, porque cada proyecto nuevo es muy diferente al anterior. Puedo pasar de una historia tierna y divertida acerca de una niña que busca sus zapatos perdidos, a una novela de suspenso ambientada en México. Mi gran desafío es trabajar cada libro bajo la misma mirada, de forma que sea posible reconocer algo de mí en ellos. En los libros infantiles mis hijos forman parte importante de mi proceso creativo. Muchas veces me he inspirado en ellos para la construcción de un personaje, y mi trabajo está lleno de referencias escondidas que ellos pueden identificar.

¿Cómo es tu metodología de trabajo? Como la mayoría de mis proyectos son en coautoría con un escritor, el mayor desafío es apropiarme de ese universo muchas veces diferente al mío sin distorsionarlo, sino que intentando descubrirme a mí misma en ese recorrido al que se entra a ciegas. Y eso es lo que me toma más tiempo, porque requiere poder conectarme con el texto hasta encontrar la temperatura que quiero darle a mi relato visual. Pasada esa etapa puedo empezar a trabajar en las imágenes. Como trabajo en la casa, ilustro durante las mañanas, que es el momento del día con menos distracciones, y durante la tarde me gusta pasar tiempo con mis niños. Cuando llegan del colegio conversamos de su día, vemos series o estudiamos juntos.

¿Cuáles han sido los grandes momentos que han marcado tu carrera de artista? Es difícil elegir, pero no podría pasar por alto la publicación de "El niño con bigote", que fue mi primer libro álbum y con el que tuve las primeras experiencias con público y con la prensa. Cuando hicimos el libro "Del enebro" con Jekyll & Jill, lo que significó mi entrada al mercado editorial europeo y que nos ha traído muchas alegrías como equipo. Y también la posibilidad de poder visitar ferias como la de Guadalajara, Oaxaca, Madrid y ahora Bolonia gracias a mi trabajo, no deja de sorprenderme y me siento muy agradecida.

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