Floripondia

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Sábado 21 de octubre de 2017, edición N°754




Pegarse caminatas en estos momentos es andar en una pasarela aromática que hace flotar. Sé que hay varios con el rollo alérgico y sí, los plátanos orientales están de temer y más vale usar anteojos (o antiparras) en los pasos callejeros. Pero el lado hermoso es la inspiración. Una que anda en modo terrorista floral tiene una fiesta de ramas enteras repartidas por la casa. ¡Háganlo! Es lindo, rico y barato.

La flor de azahar está en llamas. Transportadora al sur de España, mega-árabe, los mismos que bautizaron como azahar esta flor blanca. Se asocia a la del naranjo (la más fácil de reconocer), pero también es del limonero y todos los árboles cítricos, de hecho por Las Hualtatas hay varios pomelos, un poema de olor. Los árabes fueron los que la aplicaron a lo culinario a base de almíbares y aguas. Las aguas se usan también para los nervios. En Perú, por ejemplo, venden botellones de ella que efectivamente resulta, pero en mayores dosis que las indicadas, según yo.

El Rincón Arabesco de Patronato vende unas agüitas de azahar para cocinar. Chorritos directos en postres o para hacer almíbares. Ya saben: sartén + agua + azúcar en una porción de 1 x 1 para los más líquidos o más azúcar y reducción para caramelos, pura azúcar y cucharadas del agua. ¿En qué? Queques, leche asada, arroz con leche. También para los dulces de masa filo rellenos de queso o frutos secos, maravilla no apta para diabéticos. O una sémola con leche y reducción de azahar, escena vintage que hay que volver a poner en la mesa. Yo le echo a jarros de agua filtrada bien fría. Una ramita de canela para variar. En Brasil usan infusiones de hojas de naranjo para el insomnio. El asunto es atinar con lo natural del entorno y salir de la cosa falsa. La primavera lo está gritando.

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