Entran por la vista

restaurante

Cuando visiten estos restaurantes, además de la billetera, no olviden llevar el teléfono para tomar fotos. De modo muy particular cada uno logra un ambiente muy atractivo. Lugares que uno ve en Instagram y dice "yo quiero ir". Lo mejor es que no se quedan en la imagen, los platos y cócteles no defraudan. Detrás de cada uno hay experiencia y –literalmente– montones de carrete.




Arrocería  Cienfuegos. Muchos deben acordarse, el Bar Constitución fue un exitazo. Tras un tiempo dedicado a otros proyectos, distintos a ser el dueño de un bar o un restaurante, Benjamín Cienfuegos volvió con ganas de abrir una arrocería. "Él nos pidió que hiciéramos el interiorismo y armamos un concepto relacionado a lo natural, al origen de los arroces. En base a eso nosotros propusimos una estética con una paleta de colores muy acotada, sin irnos muy lejos de este verde suave, las pátinas, el celeste muy clarito, texturas y fibras naturales. Pensamos siempre en algo que evoca lo manual, no tanto lo industrial, canastos en los que se cosecha el arroz. Por otra parte, buscábamos que no fuera pretencioso, seguimos una pauta más natural en la que colores y texturas juegan un papel fundamental", explica Hugo Grisanti.

Con tantos proyectos en el área gastronómica develándose simultáneamente uno se pregunta cómo evitan repetirse en Grisanti + Cussen: "Realmente nos proponemos no repetirnos en la selección de los colores, los materiales y todo. Nos ayuda mucho que en general nos llaman antes de que el proyecto esté muy acabado. Somos generalmente los que proponemos un camino para resolver el lugar; qué queremos que la gente sienta cuando esté adentro, a través de qué materiales, colores y texturas se logrará, qué discurso tendrá el proyecto, el relato del restaurante lo proponemos nosotros. Por ejemplo, acá el verde no es gratuito, es lo que queríamos decir sobre el origen del arroz y lo natural".

Nada de esto existía. Ellos plantearon este perímetro y enmarcaron una circulación general. Con cambios de pavimentos definieron los sectores de mesas, baños, bar y cocina. Todo de la mano del arquitecto Matías Cienfuegos, primo de Benjamín.

"Lo interesante de tomar el arroz como tema es que existe un imaginario de los lugares de donde se extrae, de la simpleza y de lo acogedor que es. Lo que más nos gusta es hacer espacios atemporales. Uno puede decir que está super de moda lo botánico, pero esto no tiene que ver con eso, es la paleta de colores que nos dan los campos de arroz y los canastos", explica Kana Cussen.

Nos cuenta que a Benjamín le encantaron las lámparas que proyectan tramas sobre el lugar, que quedó feliz con este ambiente para servir distintas preparaciones de algo que venía estudiando en distintos países desde hacía un tiempo, el arroz. @arroceriacienfuegos

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Bocacielo. "Cuando no existían las redes sociales y las herramientas de hoy, bastaba con tener un buen restaurante, un buen boca a boca, buena prensa y estabas lleno. Ahora la gente poco y nada se acuerda de la comida. Se queda con la experiencia del restaurante: si lo pasaste bien, si había onda, si era bonito, si tenía buena vista, si eran buenos sus tragos. Para bien o para mal, la gente se informa por redes sociales. La gente ve cuento y dice 'yo quiero estar ahí', después de eso vive su propia experiencia. Pero la generación de la convocatoria ha cambiado", es la opinión de Marcelo Lobos (32) y Michael Schwartz (34).

Pasaron los 30 años hace poco pero llevan alrededor de siete produciendo eventos masivos. Uno de ellos es la fiesta One en Casa Piedra, a la que con solo tres semanas de anticipación convocan a más de tres mil personas. "Sabemos que es posible lograrlo hoy a través de las redes sociales. Ahora en restaurantes o bares aplicamos esa misma fórmula. Las agencias nos apoyan con rostros que convocan también. Es un mix, pero hay que cumplir con estándares, la comida y la coctelería tienen que cumplir y sobrepasar la expectativa; porque a su vez esas personas que vendrán a vivir la experiencia tienen herramientas para difundir su opinión".

Más que en la gastronomía, Marcelo y Michael se sienten en el rubro de la entretención y el ocio. Ahí han aprendido que un negocio que involucra moda no perdura si no se maneja bien. Con esa máxima en mente han manejado su bar en Borde Río, el Monseñor, y así están alcanzando con Bocacielo un éxito que les permitirá ocupar completamente esta planta de 1.600 m² en el piso 15 de un edificio en Vitacura, con otro pequeño bar y una temática distinta.

"Siempre escogemos lugares así, que son grandes y donde las categorías de licores son protagonistas. La coctelería es nuestro diferenciador. Por otro lado, tenemos muy buena relación con las marcas que nos acompañan económicamente en nuestros proyectos, lo que es necesario para levantar estructuras como esta", explican los jóvenes empresarios. Antes de lanzarse en esta aventura conocieron varios bares en distintas ciudades del mundo y uno en Miami los encantó. Se dijeron 'algún día tendremos algo como el Lluvia' y cuando les presentaron este espacio no lo dudaron. "Era como si estuvieran poniéndonos el sueño en frente. Los mismos dueños del lugar nos advirtieron sobre peros que tenía al estar en un edificio de oficinas, al tener acceso vertical. Pero dijimos 'con el tiempo arreglamos los problemas', pero este local era para nosotros". bocacielo.cl / @bocacielo

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Very Kitsch. Desde hace ya 18 años, varios cientos de personas concurren a una fiesta que esperan con ansias todo el mes. A metros bajo tierra, en la pista de la discoteca Blondie, bailan canciones de Emanuel, Daniela Romo, Locomía y ovacionan a invitados como Pablito Ruiz.

Esa fidelidad hacia las fiestas kitsch impulsó a los socios detrás de ellas a extenderlas en un restaurante que celebra sus íconos e hitos. "En Chile la gente ha hecho suyo el kitsch como una memoria emotiva: nos evoca cosas, nos recuerda la infancia, cosas que supuestamente no te gustaban pero entraron igual en tus recuerdos; quizá tus papás escuchaban a Sandro o a Raffaella Carrá", explica Guillermo Azócar, uno de sus socios y administrador. Es por eso que cada pared de Very Kitsch está más que llena, atiborrada de objetos que transportan a la niñez o la juventud a varias generaciones.

Será la serie de Luis Miguel o las pérdidas de dos integrantes de Locomía, no sé, pero esa sensibilidad anda en el aire. Se nota en que la gente llega al Very Kitsch desde que se abren las puertas, a las 7 de la tarde, y es muy variopinta. "Aquí viene gente que ha ido a Blondie por años, otros más jóvenes y hemos encontrado un nicho inesperado en gente adulta que viene al teatro San Ginés, con quienes tenemos un convenido de descuento. Es común que después de las funciones lleguen los actores de todos los teatros que hay alrededor. Tenemos a una cantante los fines de semana, la gente no solo la aplaude sino que canta con ella".

Abriendo la carta uno se encuentra con fotos de Camilo Sesto o Juan Gabriel, y más adentro hay cócteles con sabores tan entretenidos como sus nombres: La Tetita de Wendy Sulca, Fresa Salvaje, Noah Noah o Coco Jambo. Los platos son generosos e incluyen atún como se come en Isla de Pascua, vetado con pastelera de choclo o cordero arvejado. Hay un postre increíble de leche asada hecho con cola de mono y frutillas encima.

Otro ingrediente es música acorde, hits y más hits que muchas veces lo dejan a uno con el tenedor a medio camino, paralizado por un recuerdo. Por supuesto lo fundamental es la decoración: "Se basa en cachivaches que el Pato (el cerebro tras la fiesta y el restaurante) compra y guarda, recorriendo todos los persas. Cosas que nos ha ido regalando lo misma gente. Estamos enmarcando fotos que nos trajo Gloria Simonetti de la revista Ritmo; Magali Acevedo, la reina tropical, y Pablo Ruiz han aportado con sus cosas. También hay muchos juguetitos que han traído los clientes. Nosotros les devolvemos el cariño con un bajativo o algo así".

Muy astutamente tienen convenios con teatros, con Blondie, Club La Tercera y eventos como la próxima edición de Casa Foa. @verykitsch

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