En diálogo con el origen

Pensada para conectar con los orígenes. Así nació Casa Wulf, un espacio construido por Pe+Br+Re Arquitectos en la localidad de Quilanto, Frutillar, que supo aprovechar las condiciones del entorno para levantar lo sólido desde la raíz.




La propietaria de Casa Wulf quería volver a sus orígenes que la conectaban de manera sólida con la zona de Puerto Octay y el lago Llanquihue. Más allá de pensar en una segunda vivienda, lo que buscaba era tener un espacio que sirviera como lugar de encuentro entre su familia y sus orígenes. Orígenes que hablan de paisajes colmados de verdes, lluvia, lagos, bosques y volcanes. Para ello contaba con un terreno de características geográficas complejas, pero al que gracias a su ubicación se le podía sacar partido. "Se optó, en principio, por trabajar una casa de volúmenes, materialidades y espacios limpios, que la casa tuviera un diseño de líneas simples, y frente a eso el entorno se contrastase", cuenta el arquitecto a cargo, Sebastián Bruna, de Pe+Br+Re Arquitectos.

Se diseñaron varias dimensiones para generar ese diálogo entre la construcción y el entorno para dar la posibilidad de congeniar aspectos de vista y paisaje junto con lograr un emplazamiento que favoreciera elementos como la eficiencia energética en cuanto a exposición solar, la relación con los fuertes vientos y lluvias del invierno. Lo primero fue proyectar los espacios intermedios entre el interior y el exterior de la casa, "necesarios para el clima del Sur, ya que uno habita el exterior desde sus aleros y techos", explica Bruna. Como segundo aspecto se consideró la necesidad de sacar provecho al clima, "para que este sea un aliado y no un problema y que la lluvia se disfrute, había que asegurar una buena aislación y arquitectura eficiente energéticamente, aprovechando el sol escaso y su luz natural", suma Bruna. Por último, y el desafío más complejo técnicamente en el Sur, fue el generar techos habitables que perduren en el tiempo. "Para esto se incorporó una dimensión de techos miradores que logran que la casa sea disfrutada desde todos sus ángulos y se pueda apreciar el entorno", cuenta el arquitecto.

La ubicación y distribución de los espacios comenzaron potenciando la pendiente natural del sitio, planteando la casa como balcón natural hacia el lago Llanquihue, donde se distribuyen los usos tanto en plano como verticalmente, diseñándose tres pisos: el de uso común en la parte central, los dormitorios fueron arriba y los usos más específicos fueron ubicados en un piso zócalo.

Los sistemas constructivos empleados son mixtos y se determinaron según su rol y ubicación con el terreno. Es el zócalo de hormigón armado el que queda semienterrado como base y determina al resto de la vivienda, que se desarrolla sobre un esqueleto estructural metálico que soporta y se complementa con estructuras de madera. "La casa tiene materiales simples en su mayoría, como tinglado de fibrocemento, piedra en algunos sectores y yeso cartón en los interiores, predominando una baja mantención en el mediano plazo, y con ello se destacaron algunos detalles de madera nativa como la escalera y pisos, junto con los muebles", suma Bruna.

Cuando los cálculos arman sincronía con el paisaje el resultado habla por sí solo, ejemplo es lo que sucedió con la orientación, que se trabajó para modelar la luminosidad haciéndola coincidir con la vista al lago y el volcán Osorno. "La geometría alargada permitió esto, tomando en consideración el cortar también los fuertes vientos de invierno", explica el arquitecto.

SE LOGRÓ 

Se puede decir con seguridad que este proyecto pudo cuajar bien los aspectos técnicos estructurales y de materialidad junto con un buen resultado en el diseño, asegurando eficiencia en aspectos de energía y uso, "lo que genera un círculo virtuoso en el cotidiano disfrute de la casa", concluye Bruna. pebrre.cl

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