Editorial

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Sábado 10 de agosto de 2019, edición 848




¿Tina o ducha? ¿Blanco clásico o jugado y a color? ¿Estéril como clínica o barroco y texturado? Podría seguir y seguir, porque si hay algo donde hoy uno se puede dar mil y una vueltas es en cómo queremos que sea nuestro baño soñado. Es uno de los espacios que más delatan la edad de una casa y que cuando son actualizados, más se agradece. Me entretiene hacer este tipo de remodelaciones porque uno se mete en la cabeza de las personas y descubre rasgos de personalidad que no imaginaría; he conocido desde los que piden extrema privacidad y que los momentos ahí transcurridos no sean interrumpidos por nada ni nadie, llegando a preferir dos baños más pequeños que uno generoso para la suite principal, hasta los que lo visualizan como un segundo living de la casa, abierto y comunicado.

Si ya tienen resuelto el qué, ahora piensen en el cómo. Generalmente el primer impulso si se está remodelando es botar todo y comprar artefactos, grifería y revestimientos nuevos, y sin duda es una muy buena opción, pero también evalúen lo existente y vean si con un cambio de entorno podrían tener una segunda vida: el lavatorio antiguo, generoso, con la clásica jabonera incluida en sus relieves es siempre bonito, además por ser una pieza completa en porcelana sabemos que será higiénico y que la humedad propia del baño no lo afectara en el tiempo. Lo mismo pasa con lamparas de loza semiempotradas (recuerdo unas en la casa de mis abuelos y que nadie rescató antes de su demolición), que hoy están volviendo en versiones contemporáneas. Y así un mundo de detalles que dan carácter y harán único ese espacio íntimo... busquen esas opciones independiente de los metros cuadrados de su baño. Su despertar será más alegre.

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