Editorial

facón

10 de noviembre de 2018, edición N°809




Demográficamente Chile está cambiando y de manera muy rápida, y aunque aún hay una diferencia en la composición de población entre campo y ciudad, lo que está ocurriendo en las grandes ciudades y especialmente en Santiago, es la línea de desarrollo que seguirá el país a futuro: bajas tasas de nacimientos, aumento en las expectativas de vida con lo cual la cuarta edad cada día toma más relevancia, familias de distintas composiciones y sobre todo muchos viviendo solos o compartiendo casa por razones prácticas de ahorro y no necesariamente por vínculos familiares o emocionales. Y la ciudad reconoce estas necesidades de desarrollo, por un lado el sector privado está proponiendo distintos modelos de habitar: departamentos de uno o dos dormitorios, amplios en metros y con buenas terrazas utilizables, edificios con equipamiento como cocinas comunes que actualizan lo que antes era la "sala de eventos", o amplia cantidad de bicicleteros, incluso ya son varios los que están sumando estaciones de recarga para autos eléctricos. Y por otro lado la ciudad como tal ofrece nuevas opciones al momento de elegir dónde vivir, siendo las líneas de metro existentes y las proyectadas donde más interés existe, esto ha permitido que nuevos centros urbanos bien equipados surjan donde antes solo existían casas, lo que permite desplazamientos más cortos para muchos y también le quita presión a zonas ya saturadas.

La ciudad como tal seguirá creciendo y mutando, es responsabilidad de las distintas entidades de gobierno que este desarrollo sea planificado y armónico, ya que siempre será más barato y eficiente construir bien y no tener que demoler para corregir. Pero también los privados tienen gran responsabilidad sobre la ciudad que constantemente modifican, las normas están para ser respetadas, pero también para proponer sobre ellas y no llevarlas al límite máximo solo porque está dentro de lo permitido.

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